Esta es la leyenda de un libro que está oculto en la historia y que relativamente un número muy reducido de personas vivas, conoce de su existencia. Nosotros, desde nuestro humilde hogar os lo vamos a contar.

La noche de la crucifixión de Jesús en aquella cruz con forma de X, una mujer embarazada y una niña, contemplaban como su esposo y su padre agonizaba crucificado. El dolor de la mujer, alma gemela del doliente era muy intenso. Tan intenso que lloraba sin desconsuelo, con un dolor tan profundo y fuerte en su pecho, como si a ella también, le hubieran herido de muerte o hubiera sido, castigada y crucificada con su amado.

La gracia de las fechas, la lanzada en el costado y una rápida negociación con el pretor romano, dio pie a que Jeshua Ben Joseph fuera “bajado” de la cruz, y portado como muerto a un sepulcro tal como cuentan las escrituras. Un sepulcro frío y oscuro, en una pequeña cueva, no muy lejos de allí.

En ese sepulcro, se daban instantes de dolor y agonía, inseguridad y una terrible ansiedad porque Jeshua aún respiraba. Se procedió así a recubrirlo con múltiples “vendas” cubiertas de ungüentos, de la mano de su mujer, experta en ello, y se le amortajó, a ojos de algunos “discípulos” y personas cercanas a la vida de Jeshua, que confabularon su muerte, para que lo dieran por muerto.

En un viaje por mar en el que el torturado se iba recuperando de sus heridas gracias a los cuidados de su esposa y los conocimientos de ambos, el escozor de la humedad salada la podía sentir en todas las heridas de su cuerpo mientras la nao le alejaba para siempre de Jerusalén e Israel.

Poco tiempo después recalaban en las costas de La Galia, donde familiares de una de las hijas de Lázaro, la esposa de Jeshua y exiliados en ese país, esperaban a la familia para acogerlos y darles un hogar.

Por fin llegaban a tierra, estaban a salvo, Jesús asombrosamente ya podía abrir los ojos y hablar, con dificultad, eso sí, pero hablaba. Aunque le faltara casi toda la dentadura, por golpes y brutalidad en el castigo, aunque por heridas e inflamación en el rostro que le dificultaran la vocalización y movimiento de mandíbula, por tan salvaje acto, estaba de dios que viviera, y así se recuperaba. Como un milagro.

Sí, Marta de Betania, a la que muchos conocerían por Mara Magdala y otros actualmente en función de traducciones y creencias, por María Magdalena, fue la esposa de Jesús y madre de sus hijos, con su familia deportada o exiliada por el ambiente político de Herodes Antipas, desde joven vivió cerca de la familia de Jeshua, terminando por convertirse en su mujer, su esposa y amada, su Mara.

Por muchos años la familia, Jeshua, Mara, la niña que viajó con ellos y sus tres nuevos hijos, vivió en aquellos lugares. En una casita humilde y acogedora, cerca de otras familias aldeanas.

Era una casita prácticamente de madera, tablas y paja, con un fuego a tierra en su interior, para poder cocinar y caldear el habitáculo. Además de tener otro cuarto donde la familia dormía, y descansaba, todos juntos. Mara se encargó, mientras Jesús se recuperaba, de hacer de aquella humilde casita un bonito hogar para su marido y sus hijos.

Fue en ese tiempo cuando Jesús, Jeshua, comenzó a escribir un libro, arrebujado en tapas de piel, cosido el “papel” para crear la encuadernación, “un libro, una estrella, una marca”. Con una página inicial en la que no podía faltar la devoción al Padre. Escrito en un arameo sencillo y básico de la época. En él, contempló su vivir y sus hechos, su experiencia de vida y la plasmó en palabras y dibujos. Mientras pasaba la vida en aquel lugar, entre árboles, el riachuelo cercano a la casa y el olor a vida.

Jesús se hizo un callado de madera para poder apoyarse, ya que, aunque la recuperación fue asombrosa y relativamente rápida, le había quedado alguna que otra secuela en el caminar, ese bastón largo y con una empuñadura preciosa, tallada en su extremo superior, le permitía ayudarse en sus movimientos. Un callado que le permitía pasear y pasear, por aquellos lares, en compañía de los niños de la aldea, de sus propios hijos y en su soledad.

Sí, los niños le seguían, se sentaban alrededor de él, mientas escuchaban sus historias y enseñanzas, él, les trasmitía su sabiduría y sus conocimientos, les leía y les hacía pasar ratos felices y llenos de magia. Transcurrió su vida con normalidad, escribiendo y educando a sus hijos al lado de su querida Mara.

Al cabo de los años, ya mayor, con canas y arrugas en la piel, una barba larga y un cabello alborotado, Jeshua Ben Joseph murió, un tiempo después se fue Mara, y el libro se convirtió en mito como la vida del que unos ven como profeta, otros como el hijo de Dios, y otros como un hombre normal y corriente, marido y padre de familia, cuya historia fue aprovechada para crear una religión.

Unos dicen que fue Mara la que dejó aquel libro que con tanto ahínco escribió, junto a su cuerpo en su tumba, otros cuentan que la veían ir de un lado para otro con el libro en sus manos como algo muy valioso para ella y que pasó a sus hijos, el caso es que se perdió la pista del libro, tal vez, hasta la época en que los freires del Temple lo hallaron en la tumba del maestro, para perderlo tal vez un tiempo después, en su precipitada huida días después de aquel fatídico viernes 13.

Un libro que con el paso de los años pasó a formar parte de una biblioteca de un inmenso valor, por la información que guarda u oculta y que fue escaneado para su estudio, permaneciendo almacenado en unas condiciones ambientales adecuadas para su conservación.

Así este libro llegó a nuestros días y desde ese escaneo es traducido, estudiado y ocultado, Tal vez ya, muy pocos puedan confirmar la autoría original del manuscrito, pues algún religioso francés, arrancando una de las últimas páginas, quiso ocultar el cierre de libro del autor con su firma y su despedida a su amada. Un texto que incluye palabras y dibujos con explicaciones precisas.

Hasta aquí esta historia, mito o leyenda que nos habla de Jeshua, el cual, en opinión del autor de este texto, es el Hijo de Dios. Sobreviviera a la crucifixión o no, una leyenda que nos habla de una nueva vida después de la muerte en La Galia, donde el Maestro escribe un libro en compañía de los suyos. Un Dios hecho Hombre que es digno de ser Dios, si ha resucitado y es digno de ser Dios si vivió criando a sus hijos en el seno de una humilde familia.

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