El Niño

Ensayo: 25/05/2019

La entrada estaba cubierta por una semi penumbra, en el exterior la niebla baja de mediados de otoño condensaba el ambiente.

Horas antes había estado lloviendo, la ansiedad era constante, solo tenía un mechero, pero las pisadas en el barro, de esos pies pequeñitos le habían llevado hasta la puerta de la cueva.

Dudó unos instantes, conocía el lugar, las condiciones no eran adecuadas, no había dicho a nadie donde iba a entrar, pero si el pequeño estaba dentro, había que asumir riesgos, su vida ahora no le preocupaba, era cuestión de tiempo el que pudiera estar bien si realmente estaba dentro.

Entró a grandes zancadas, pero al comenzar la oscuridad, los pasos se hicieron más cortos, se oían las gotas de agua caer, sentía la humedad en el ambiente, el jadeo de su respiración, estaba muy preocupado, esperaba que no se hubiera caído y golpeado.

Caminó, creando luz sin encender el mechero, se iluminaba a chispazos. mientras trataba de alumbrar en todas direcciones. Apenas llevaba una veintena de pasos cuando le vio.

Contuvo su respiración, luego se agitó bruscamente cuando trato de moverse todo lo rápido que pudo en dirección al cuerpo de su niño tumbado en el frío suelo de la cueva.

Un mundo pasaba por su cabeza, hasta que se dio cuenta que respiraba, gracias a Dios esa mañana había salido bien abrigado. Estaba dormido, esperaba que no fuera hipotermia, debió de quedarse agotado de tanto caminar y ahí sin luz se quedó quieto. No le entraba en la cabeza todo lo que tenía que haber pasado el crío en esa oscuridad después de haber perdido el contacto durante horas con nosotros.

Le sostenía con ternura, el temor, la ansiedad, la preocupación habían dado paso a una tenue alegría. La adrenalina se desvanecía, comenzaba a sentir el cansancio acumulado durante las interminables horas de búsqueda, mientras salía de la cueva para regresar a la niebla exterior.

No tenía modo de avisar a nadie para tranquilizarlos, no tenía cobertura en su móvil, rápidamente buscó la mejor solución y comenzó a caminar presurosos pasos mientras daba besos al niño y lo apretaba contra su pecho.

El niño abrió los ojos, los dos se miraron, el padre sonreía, el niño le abrazó muy fuerte, mientras descendían por el camino. El padre le daba en su abrazo toda la seguridad que podía trasmitirle.

Muchas personas estaban por las inmediaciones buscando al muchacho, no tardó mucho en localizar a uno de ellos, que salió corriendo al ver llevar al crío en brazos.

El resto que vino después os lo podéis imaginar. alegría, lloros liberadores y una vuelta a la normalidad con un arrullo constante hasta que esa incertidumbre de perderlo se alejara en la distancia del tiempo.

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