El «No»

05/11/2019

Recuerdo de mi infancia cuando era niño, cómo buscaba los límites de los “no” de mis padres, como lo hacen mis hijos conmigo, más si cabe cuando eres niño que cuando eres niña.

Si a eso le sumas mi gran inseguridad, los miedos que albergaba en mi interior y lo caprichoso que era, podía o más bien puedo entender ahora, lo difícil que fue mi educación para saber decirme que “no” y que yo lo aceptara sin más.

Fui creciendo, maduré, creando una personalidad tardía, auto educándome mientras aprendía a decirme que “no”, era el equilibrio de base que le faltaba a mi psicología, aceptar mis “no”, pues los de los demás eran difíciles de aceptar.

A día de hoy muchas personas que conozco aún no saben decirse “no” a sí mismas, no tienen límites, ni freno, ni medida, siguen buscando los límites de las personas y siguen faltando al respeto, vulnerando los límites de las otras personas, que pueden ser como ellas o no.

Considero que, hay que definir unos límites a las personas, tener un “NO” claro, firme, tajante, sin medias tintas, un “no” que trace una línea divisoria entre tú y ellas para que tengan claro hasta donde permites que lleguen y desde donde no pueden pasar. Un “no” claro, rotundo, contundente, un “no” que no es manipulable, ni negociable y que no se cambia ni se compra.

Hace mucho tiempo a una amiga y alumna de crecimiento interior la dije que su lección era aprender del libro del “no”, es un libro duro donde los haya, grueso y cargado de experiencias frustrantes.

Lógico, cuando esas personitas caprichosas crecieron y con ellas creció su deseo, mantienen lo que ellos o ellas quieren por encima de los límites de otras personas. Ellas quieren, da igual el otro. Es en esos casos cuando se dan de morros con una pared que les muestra el “NO”.

A lo largo de mi camino de crecimiento interior o de esta espiritualidad light y marchita que hay en todas partes, donde todos son alguien, pero nadie escala la montaña, he encontrado muchas personas promulgado el amor, la unidad, sí, yo lo hice, pertenecí a esa nueva espiritualidad barata, donde todos somos uno, todos somos la unidad.

No, que equivocado estaba, no, señores míos, no somos uno, somos un conjunto de identidades particulares que han de dotarse de esa individualidad para poder llegar a ser todos uno, manifestando nuestros límites individuales para poder sentirnos unos a otros y desde ahí dotarnos de una unidad.

Esa es mi respuesta, “no” en un sentido claro de mi identidad propia, de lo que yo soy y tú no eres, de hasta donde tu llegas y de ahí no pasas. Pero mi libro del “no” tal vez fue más grueso que el tuyo, y más duro, por eso, busco estar definido, identificado, concretado y desde ahí, SER.

Es más, nadie me puede decir que todos somos uno, si cuando cojo un puñado de manzanas y las junto todas en la misma bolsa, en poco tiempo se ponen todas malas y se pudren, mientras que, si el mismo grupo de manzanas las extiendo en una superficie dejándolas separadas sin tocarse unas a otras, estas se hacen viejas, sin ponerse malas, ni pudrirse. IGUAL con las personas.

Las personas están muy equivocadas unas en su crecimiento, otras en sus deseos individuales incontenibles por sus vicios o por su gloria de ser quien son, unas y otras tienen que aprender y encuentran a otras personas que se ven obligadas a ponerles límites y hacerles tocar tierra porque se les ha ido un poco de madre sus cosas.

Estoy cansado de coeficientes intelectuales de 140, de 160, de 170, de 180, mentes super brillantes que son capaces de tener múltiples ventanas de pensamiento activas, que procesan la información en imágenes, rebobinando las imágenes len os vídeos, con memoria fotográfica y los hemisferios alineados. Prodigios de la naturaleza por nacimiento.

Cansado, muy cansado por el uso, disfrute y abuso que hacen de su mente, sobre todo cuando hacen lo que les da la gana, pues tienen el privilegio de saber y sentir las intenciones de los demás, visualizar lo que están pensando y algunos hasta dárselas de videntes y espiritosos.

Cansado de unas mentes tan caprichosas y sin educar, sin comprender como tienen que hacer para educar su gran capacidad mental, cultivarse y reducir toda esta capacidad a un sólo punto para luego expandirse sin límites. Que pocos lo realizan.

Estoy cansado de esas otras personas que tienen tanta carencia dentro que buscan en su deseo profanar el espacio sagrado del resto de las personas en su deseo de conseguir tener aquello de lo que carecen sin respetar en modo alguno a su prójimo. Unas personas con una mente poderosa y llena de un deseo que no se llena con nada y que no tiene límites hasta que les dan una buena bofetada para que se asienten y se tranquilicen.

Estoy cansado de la euforia de las personas, una euforia descontrolada que las lleva a perder el respeto y faltar a las personas de su entorno en ese reír y disfrutar.

Estoy cansado de que nadie sepa decirse que no a sus cosas para poder empezar realmente a conocer sus límites internos y lo que es el respeto, el libre albedrío, la tolerancia, la paciencia y por ende el amor compasivo.

Estoy cansado de tanto texto espiritual, de tanta persona sabía que escribe, que copia y pega, que ya lo sabe todo porque lo entiende y no lo ha experimentado, estoy cansado de tanto falso maestro, de tanto buscador de dinero, de tanta falsedad y de tanta hipocresía en esa nueva new «age» que algunos se han montado dando clases o master clases a diestro y siniestro, cuando no son capaces ni de ver a quien tienen delante, más les valdría volver a ser niños para ver.

Así pues, la próxima vez que quieras algo, y te acerques a mí, dite primero “no”y después mira a ver como comienzas tu dialogo conmigo, pues a ratos cruzas los límites de mi tolerancia, de mi respeto, y te tengo que decir yo “no”, de ahí no pasas, seas quien seas, porque yo, SI me he ganado MI PROPIO respeto y el PODER de poderte decir NO seas quien seas, Recuérdalo alma vieja, pues Yo Soy.

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