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Juana I de Castilla, ¿»La Loca»?

Juana I de Castilla, paso a la historia como Juana “la Loca”, pero ¿realmente estaba “loca”, o fue una mujer de armas tomar? A lo largo de mi estudio, creo que no, no estaba “loca”, la fama carda la lana, fueron sus contemporáneos los que crearon esta mitificación de este personaje. A lo largo de este artículo voy a seguir y tratar de complementar la línea de investigación impulsada por Bethany Aram a la hora de hablar de Juana.

Juana I de Castilla, mujer y Reina por la gracia de Dios, ingobernable, incorregible, rebelde, indómita, pasional, una adelantada a su tiempo, una mujer que de “loca” tenía la mesura incorregible de las ambiciones políticas de los varones de la época y a ratos lo que ella en su silencio, buenamente “aceptaba” de lo que decían, mientras sirviese a la partida política que estaba jugando en favor de su descendencia, aunque esta fuera la casa de Austria en España. 

Juana nace un jueves 6 de noviembre, en la ciudad de Toledo, en el año de gracia de 1479, su signo zodiacal, escorpio. Estamos en plena Edad Media, momento en el que poco a poco está naciendo el renacimiento en España. Mientras que en los comienzos de la época cristiana su evangelización dotaba a la mujer de unos derechos iguales a los del hombre, estamos ahora en una época oscura para la mujer, en el 1209 los cátaros son exterminados, y en el 1307, la Orden del Temple es erradicada, una Orden que propiciaba la exaltación de lo femenino, de María, una María que tal vez para ellos fuera María Magdalena y no la madre de Jeshua.  

Una Orden Templaría que tal vez buscaba alcanzar el equilibrio de géneros que tanto necesitaba el hombre para su desarrollo espiritual. Destronada esta Orden monástica, la iglesia comenzó una evangelización patriarcal en la que la mujer era sólo un epíteto del hombre, la esposa, la madre, la hija de…, se la restringió sus derechos y se la busco una definición como esposa, madre de sus hijos y pacificadora de su casa para mantener la armonía familiar. Una esposa que tenía que ser sumisa y fiel a su esposo en todo momento o sino sería castigada, mientras que el esposo, podía ser un libertino sin que fuera mal visto en la época. Durante tres siglos se culpó a la mujer del pecado original, se la “demonizo” en su vertiente sexual, y se la relevó al ostracismo como si de un animal pasional se tratara. Es de esta época cuando surge el mito de María Magdalena como la prostituta, la adultera, la pecadora, muy lejos de la virtud de Isis y muy alejada de la versión apócrifa de la Magdalena.

Una época angustiada, la inquisición nace un año antes que Juana, y es al siguiente a su nacimiento cuando Miguel de Morillo y Juan de San Martin comienzan su labor inquisidora. Juana, tercera hija de una familia trashumante, con un trono a cuestas de batalla en batalla, recibe una educación humanista por parte de todas las personas que Isabel I de Castilla traía a su corte. Una educación neo renacentista que le ampliaba los límites del pensamiento de la época y que la hacía defender su naturaleza femenina, diferenciándose por sí misma en su rebeldía, de la imposición y el gobierno que mermaban su libertad y su toma de decisiones. Una mujer, Juana, que tenía una biblioteca con más de 200 libros de muy diversos ámbitos, una mujer, que sabía varios idiomas y había viajado por el mundo, además de por España.

Esa es la época de Juana, una época patriarcal donde el hombre hace su voluntad y la mujer ha de ser una buena esposa, además de sumisa y fiel. Tiene que saber cuidar de su casa y de sus hijos. Una educación que recibió Juana, añadiendo que tenía que ser la gobernanta de una casa real de esa época en un futuro no muy lejano. Una hija venida a menos, la tercera, sin aspiraciones a ser reina, pues tenía a su hermano y a su hermana en orden legítimo de reinar antes que ella. Una mujer que fue dada en matrimonio al duque de Borgoña, un hombre de un rango nobiliario inferior aun siendo el primogénito de Maximiliano I, Emperador del Sacro Imperio Germánico. Una mujer que no recibió dote por su matrimonio, salvo la aportación necesaria para poder gobernar su casa, cosa para lo que la habían educado y que no consiguió nunca realizar, pues no le favoreció su marido con la renta en castigo a su rebeldía.

En su saber contaba la experiencia de la niñez en la que en su rebeldía para hacer su voluntad era sometida a encierros o ella misma se sometía a huelgas de hambre para poder seguir siendo ella, por encima de la autoridad de sus padres o del condicionamiento de la época. Un saber en el que veía la experiencia de su madre, su historia para poder ser reina y los celos de esta ante los escarceos de Fernando “el católico” con otras mujeres y con ello veía la forma en la que lo afrontaba esta.

Con dieciséis años su boda con Felipe “el Hermoso” la llevó hasta Flandes, un espacio con costumbres diferentes y menos recatadas que las de la corte castellana. Un lugar más exótico en ropajes que los atuendos que portaba la princesa de Castilla. Pero ¿qué le sucedió a Felipe nada más ver a Juana para que pidiera un sacerdote para consumar los votos unos días antes de la boda oficial? Un hecho éste que daría pie a la leyenda, yo lo tengo claro ¿Os podéis imaginar un encuentro de almas gemelas? La atracción irresistible e irrefrenable que surge entre ellas, y de las cuales una tenía como signo zodiacal escorpio y era mujer.

La vida de la pareja continúa en Flandes, a la muerte de Juan, el hermano de Juana y en vida de Catalina, no siendo aún Juana heredera legal de la corona de Castilla, Felipe, su marido, manifiesta su ambición política y se “autoproclama” Príncipe de Asturias, con ello reclama su derecho como heredero a los reinos españoles.

 

Poco tiempo después, muere su hermana Catalina, por aquel entonces Juana estaba embarazada de su segundo hijo y con este hecho se convertía en heredera al trono de Castilla. Felipe encontró ahora más motivos para ser Rey. Es justo de esas fechas 1501 cuando surgen los rumores de amor desmedido. Felipe empezó a desmerecerla, a nombrar sus desvaríos por “celos”, sus desatinos por “locura” y a tenerla encerrada. Una esposa a la que llamaba Juana “la terrible” pues era ingobernable y a la que con el asesoramiento de sus consejeros no la daba la aportación para el sostenimiento de su casa y de su libertad. Sólo encontró una forma de tenerla controlada, encerrándola. ¿Cómo iba si no a poder disfrutar de sus amantes?

Un encierro que no era el primero para esta noble mujer, y que no sería el último, donde las ambiciones del duque le llevaban a esperar una obediencia muda y reverente de su mujer con un sometimiento absoluto a su voluntad como bien marcaba el costumbrismo social de la época. Nada más lejos de la realidad pues tenía ante sí a una mujer libre, ingobernable y apasionada en la forma de vivir su vida y de ver y amar al padre de sus hijos. Los escarceos de Felipe con otras damas le costaron su relación con su pareja, la cual hería a las amantes de su esposo, recibiendo como castigo que este la retiraba los favores sexuales y la encerrara. Cosa habitual en esta época de patriarcado. 

En 1501, Felipe quiso viajar sólo a España para ser investido como Príncipe de Asturias, pero Juana respondió ante este hecho: “es tal mi pasión por mi esposo que nunca le dejaría viajar sólo a Castilla”. Una respuesta escueta, diplomática, muy política y en extremo lúcida, una respuesta que cuidaba todas las variantes posibles y que significaba para Juana el comienzo de una partida política, en el que el futuro de su casa estaba por encima del resto de sus pasiones, celos o arrebatos.

Fue el humanista Pedro Mártir el que financiado primero por Felipe se encargó de crear el “ovillo de lana” acerca de Juana y su locura “sexual”, “pasional”, de “celos”, de “amor” hacia su esposo. Unas tesis que le podían costar a Juana su gobierno de un reino, ese amor desmedido, era el fruto de su locura.

Felipe durante un año trató de que Juana no viajara con él a la investidura como Princesa de Asturias, cosa que no consiguió, imaginaros tratándola de convencer para poderse presentar solo en Castilla, delante de los padres de ésta, para ser Príncipe de Asturias, ¿qué papel o carta la pediría para poder conseguir la aprobación de eso sin ella? ¿Cuántas amenazas, cuántos castigos sufriría Juana por esto? Sin conseguir nada de ella, en 1502 atravesando Francia, consigue Juana ser investida como princesa de Asturias y legitima heredera al trono. Dentro de su partida, sin ceder en nada a lo que la pertenece, es en ese momento la legitima heredera al trono de Castilla, sabe muy bien que sus hijos son sus sucesores, y que, por encima de ella, y del amor por su marido, está el cuidado de sus hijos y su futuro.

En ese viaje, la reina Isabel consciente de la pobreza de Juana para mantener su casa, sus sirvientes españoles, la rearma cargando los gastos de su casa a su cuenta. Momento doloso, Juana empieza a estar gobernada y tal vez manipulada también por su madre. El embarazo de su tercer hijo la obliga quedarse en Castilla mientas el príncipe de Asturias, Felipe regresa a su ducado. Después del nacimiento, la intención de Juana por regresar con su marido se vio frustrada por su madre. Ésta retraso por un año el regreso, la daba largas engañándola y retrasando su marcha. Juana, forzó la situación, se sometió a una huelga de hambre, y discutió tan fuerte con su madre que esta accedió a dejarla regresar en primavera. Vemos de nuevo a una Juana que sabe lo que quiere, estar junto a sus hijos, y a una madre, Isabel, que la quiere mantener alejada de su esposo para conseguir la separación matrimonial de ambos y que su marido nunca sea rey de castilla. De nuevo Juana tiene que luchar para conseguir hacer su voluntad por encima de los poderes de la época. A raíz de este hecho, Isabel escribe una carta a Felipe y le comenta que Juana tal vez no rija bien de la cabeza, dándole a entender que tal vez no desee tenerla como esposa, de una manera o de otra Isabel de Castilla quiere evitar que Felipe reine en España.

Esta carta de Isabel y la coletilla que puso a su testamento en el cual exponía que, si Juana no estaba en condiciones de gobernar, el regente de Castilla sería su marido, Fernando, sembraron todo lo que Juana tuvo que vivir después.

A su regreso a Flandes cortó el pelo a una amante de su marido y por ello este la encerró, hacía uso del poder que se les daba a los hombres en esa época, poco tiempo después murió su madre y se convirtió en la reina de uno de los reinos más poderosos, mientras que su marido la mantenía encerrada en su habitación, cosa que aprovecho Fernando para ganar puntos a su favor a la hora de quedarse para sí el gobierno de Castilla.

Todos opinaban acerca de la salud mental de Juana en función de su interés político, un interés éste cambiante a ratos. Para que Felipe pudiera reinar, Juana tenía que estar bien para heredar o de lo contrario Fernando “el católico”, declinaría esta idea. En cuanto llego a Castilla la pareja, para sorpresa de todos lo que trataron a Juana, vieron que estaba en buen estado y era sumamente sensata. ¿Realmente Juana tenía un problema psicológico como tal o era una invención política o dominatoria para mermar su carácter indómito y su amor?

La lucha de los principales, Fernando y Felipe se centró en la locura de Juana, al final Felipe “el Hermoso”, consiguió hacer su entrada triunfal en Burgos junto a su esposa, como nuevos reyes de España, para terminar, muriendo 18 días después, en 1506, de unas fiebres, mientras Juana estaba en estado de su hija Catalina. Dejamos a un lado el “mito” del envenenamiento para otra ocasión.

Ante la viudez de Juana, Fernando buscó su casamiento y con ello alejarla de Castilla y que perdiese los derechos de sucesión de sus hijos. Juana empezó a pasarlo mal para liberarse de estos casatorios que Fernando, con la ayuda papal, la imponía. Así que, tres meses después de la muerte de Felipe, ordenó desenterrar su cuerpo para poder enterrarlo en Granada. Todos ven en este tránsito a una Juana enajenada, yo por mi parte puedo ver a una Juana inteligente, con un plan urdido, y teatrera creando sensacionalismos. ¿Quién va a querer casarse con esa Juana que no se cambia de ropa, abre el féretro de su difunto marido, lo besa y camina durante tres años a su lado para enterrarlo en Granada, durmiendo incluso a la intemperie? En un año se libró de las acechanzas matrimoniales de su padre y de la ambición de este de que sus hijos no heredasen Castilla.

Hacia 1509, Fernando de algún modo consiguió de Juana que aceptara el “retiro”, no la “reclusión”, en el palacio de Tordesillas, junto al convento de las clarisas. Una cosa usual en la época. El féretro de su esposo descansó en dicho convento. Desde entonces y hasta su muerte, Juana vivió allí, 46 años. Este retiro, recogimiento, fue como su propio espacio creado para poder ser ella misma lejos del poder patriarcal masculino. Se habían creado dos lugares para la mujer, el matrimonio y una vía de salida digna, el monacato.

Durante ese tiempo estuvo a su cargo y cuidado el Marques de Denia, el cual quiso por su poder doblegar la firmeza de carácter de Juana, domarla, amansarla, pero no lo consiguió, ni siquiera en sus maltratos, ni en sus encarcelamientos. No lo consiguió su marido y le amaba lo iba a conseguir el Marqués. Carlos V llegó a Castilla con la muerte de Fernando sobre 1517, fue a verla y creo una propuesta jurídica para tener un gobierno conjunto con su madre, pues ésta seguía manteniendo el título de Reina de Castilla. De este modo Carlos no molestaba a la nobleza castellana y podía ejercer como Rey.

Carlos proveyó para el cuidado de Juana a una figura religiosa, el cual dio a Juana las libertades de las que se le había privado, no trató de doblegar su ánimo o su voluntad y la escuchó pacientemente, consiguiendo con esto que la Reina restableciese su salud.

 

 Hacia 1520, la revuelta comunera trata de devolver a Juana su poder de Reina en detrimento de su hijo Carlos, ella en lugar de seguirlos en su deseo o agraviarlos, les respondió que era fiel a los deseos de su padre el Rey Fernando y a los de su madre la Reina Isabel, esta respuesta dejaba a Carlos como Rey de forma tácita, No quería asumir los asuntos de estado, pero no perdió la titularidad de Reina.

En esta situación Juana en su partida política se mantiene fiel a su ideal de que sus hijos son la línea sucesoria del trono, los quiere y busca lo mejor para ellos.

Durante ese encierro no dejó de recibir la visita de sus familiares y seres queridos, todos los hijos de Juana, esposas y esposos de estos, incluso sus nietos ya en edad adulta, sobrinos y sobrinas, visitaban Tordesillas a menudo. Cosa que, de haber estado insana o no cuerda, no creo que nadie se fuera hasta allí tan a menudo para verla y charlar con ella unas horas.

En 1555 Juana fallece, al poco Carlos V abdica en favor de su hijo Felipe II y se retira al monasterio de Yuste hasta el fin de su vida.

La partida política de Juana para proveer de una vida a los seis hijos que tuvo con Felipe “el Hermoso”, en detrimento de su imagen, de su vida pública, de su poder regio o de su salud, consiguió que todos sus hijos fueran reyes o reinas.

Su hija Leonor fue reina consorte de Portugal y después reina consorte de Francia. Carlos fue rey de España y Sacro Emperador Romano, Isabel fue reina consorte de Dinamarca, Fernando fue Sacro Emperador Romano al suceder a su hermano Carlos después de dividir su imperio entre su hijo y su hermano. María fue reina consorte de Hungría y Bohemia, para terminar, siendo gobernadora de los Países Bajos. Catalina fue Reina consorte de Portugal.

Juana sufrió por el poder que quisieron ejercer sobre ella su madre, su marido, su padre, y el humanista que la vistió con esa locura para el resto de su vida y su leyenda posterior.

Es difícil ser libre, indómita, y al mismo tiempo sentir el amor tan profundo que siente un alma gemela por otra, es difícil dentro de ese amor apasionado, y siendo de nacimiento escorpio, contener su sexualidad y reprimirla cuando para ella era una expresión libre de su amor por su marido. Esta pasionalidad, unida a la cordura de su status social y a las maquinaciones de los hombres con los que le toco convivir y su ambición política, tuvo que crear en ella un conflicto, que resolvió al sentirse traicionada en favor de sus hijos, siendo estos los que motivaron su determinación de que por encima de cualquier otra cosa estaba el cuidado de estos y su futuro. Así, utilizó sus devaneos mentales y las acechanzas en una partida política que tenía que ganar en favor de sus hijos. Cosa que consiguió de todas, todas.

Desde 1602, los restos de Felipe y Juana descansan en una cripta en la catedral de Granada, por debajo de su sepulcro.

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