De los cantares de los trovadores, a la realidad de la vida de este personaje, va un hito y de los estudios de los historiadores Cidianos, a la realidad va otro camino. Después de documentarme acerca de la investigación que han hecho de él diferentes historiadores, entidades y medios de difusión, me he inclinado por seguir la línea de investigación de Mª Ángeles Martin Vega, la cual en la conferencia que pronunció en el Ateneo de Madrid en noviembre de 2011, “El Cid entre el Mito y la Historia”, rompe con líneas establecidas creando un foco propio que me parece muy cierto. Podríamos decir que la imagen que ha llegado hasta nosotros de este personaje Hispano se centra en el Cantar del Mío Cid. Ese cantar quedo terminado un par de siglos después de la vida de Mío Cid en un cantar de gesta, un cantar épico, escrito en su mayor parte por Per Abad, recopilando diferentes trovadas y lances. En donde podemos leer las hazañas de este paladín castellano y de sus correrías por Hispania.

El caso es que para documentarnos en la vida de este personaje hemos de abordar la lectura del propio Cantar del Mío Cid, esa primera obra importantísima de la literatura española, pero que no es afín a la vida real del personaje, despertando fabulas para engrandecer la nobleza del Cid. Luego hay un poemario de sus batallas, el “Carmen Campidoctoris” y por último podéis leer una biografía de su vida que apareció en la Rioja, de autor anónimo y que datan su escritura 80 años después de la vida de este singular personaje. En siglos posteriores se han ido acumulando diversas obras que investigaron la vida de este personaje castellano.

De estas lecturas lo primero que hacemos es empezar a dudar y a descartar algunas de sus partes pues no están en parte alguna para ratificadas. Las enumero a continuación: Lo primero del Cantar que pongo en duda es su nacimiento humilde que lo colocaría como un infanzón que se abre camino hasta convertirse en el portaestandarte del rey. Otra parte del cantar que es la persecución de Vellido Dolfos, también entra en entredicho. La jura de Santa Gadea, no podemos documentarla y si somos fieles a una realidad histórica tenemos que desmitificarla. El primer destierro del Cid, lo pongo en entredicho como tal y valoro el criterio de M-º Ángeles Martin y al igual que ella propongo que no fue tal destierro si no estrategia militar y política de la corte. El resto de la historia del Cantar acontece de forma parecida a su vivir salvo por algunas que otras invenciones como la batalla del valle del Jalón, el maltrato de doña Elvira y doña Sol y alguna que otra cosilla más.

De modo que para dar mi propia opinión voy a ir desarrollándoos la narración de su vida en los términos que aquí os propongo, con la esperanza de que os llene la explicación que doy reunificando muy diversas fuentes.

Allá por el verano del año de gracia de 1047 en las proximidades del rio Arlanzón nacía Ruy, Rodrigo Díaz, unos buscan dicho lugar en Vivar, otros en Burgos, otros en localidades cercanas a la capital burgalesa, el caso es que nació en Castilla y de buena cuna. Su padre Don Diego Flainez era principal y próximo al rey Fernando I, su madre Teresa Rodríguez, era hija de Rodrigo Álvarez, primer conde de Asturias. Ambos padres tenían sangre regia en sus venas y descendían de dos nobles familias de origen asturiano.

Nacido junto a la frontera con el musulmán, en plena reconquista, no le quedaba otra al hijo de un noble que adiestrarse en el uso de las armas. Con acceso a educación por su abolengo pronto fue puesto en manos de un monje que se dedicó a enseñarle las materias relevantes de la época pudiendo aprender a leer y escribir y hablar en dos de las lenguas al uso de ese entonces.

 

 

Su edad pareja a la del joven Sancho, hijo de Fernando I, su cuna, su complexión, y su adiestramiento,  le permitió ser una persona cercana al príncipe, convirtiéndose en su escudero por la temprana muerte de su padre y por el favor del príncipe, su amigo, pasando a estar más próximo al príncipe en la corte. Desde entonces forjaron una amistad y era fácil verles adiestrarse en el uso de las armas el uno frente al otro en el patio de armas. La educación pasó a tomarla con los hijos de Fernando, en la propia corte. Saliendo en sus primeras correrías con el joven Sancho. No dejó de tratar a Urraca, a Alfonso y al resto de los hijos de Fernando, sus largas estancias en la corte y la cercanía de su padre al Rey por servicio, hacía que pasara largas temporadas con los hijos del Rey en la corte de Burgos o en León.

Ya en esa época tuvo sus primeras salidas nuestro joven Ruy Díaz, en el año 1064, tropas franco-aragonesas, al mando del rey Sancho Ramírez de Aragón, conquistan Barbastro, fortaleza que pertenecía a la taifa de Zaragoza, la cual rendía vasallaje y pagaba tributos a Castilla por su defensa. Mientras las tropas Franco Aragonesas se dirigían a Graus. Poniéndola sitio, el rey Fernando envía a Sacho, su hijo, al que acompaña Rodrigo a lidiar ese conflicto. El cual termina con victoria para las tropas castellano musulmanas contra las franco-aragonesas, sufriendo una desastrosa derrota los aragoneses y perdiendo a su rey Ramiro I que muere en dicha lucha. Una realidad que puede considerar Rodrigo cuando el tío de su joven amigo y rey de Aragón muere, y ahí no importa la religión, sino el sometimiento de las gentes y la recolecta de tributos, ni la familia, ni la religión movían los ejércitos, sino las tierras y el gobierno. No sería hasta dos años más tarde cuando Medinaceli se niega a pagar parias que no saldría Rodrigo por orden de Fernando I a realizar una expedición de castigo.

¿Por qué? Se conserva su carta de arras, en la cual deja 39 emplazamientos a su mujer lo cual nos deja entrever que como mínimo a la edad de su casamiento, era Señor feudal del doble de los de ellos, estando sus propiedades repartidas por los valles de los ríos burgaleses de Ubierna, Brullés, Urbel y Hormazuelas. Por otro lado, la Historia Roderici, lo tilda de “varón ilustrísimo” título usado para nombrar a alguien de la nobleza con sangre real o muy bien encumbrado. Prosiguiendo esas lecturas tenemos que establecer como episodios dudosos la persecución de Vellido Dolfos, la jura de Santa Gadea, y el maltrato y la violación de sus hijas.

Contaba Rodrigo Díaz con apenas 18 años cuando Fernando I muere en 1065 y reparte su reino entre sus cinco hijos, otorgando Castilla a Sancho el cual tomó el nombre de Sancho II El Fuerte y nombró a Rodrigo, su amigo y protegido, «principem super onmen militiam suam»: «primero sobre toda su milicia», que venía a ser similar al «armiger regis» leonés, que llevaba consigo el mando supremo del ejército.

 

Tomando el lugar del rey en el mando de las tropas cuando este no estuviera presente y presidiendo aquellos actos donde fuera enviado en nombre del Rey. Era el máximo cargo militar del reino de Castilla, la mano derecha del Rey. Fue en esos comienzos del reinado de Sancho cuando este combatió a los reyes de Navarra y Aragón, sus primos, y Rodrigo adquirió el sobrenombre de “El Campeador”, “Capis Doctoris”, por vencer en duelo singular al campeón navarro Sancho Garcés.

El detonante de la guerra fratricida entre hermanos sería la muerte de Doña Sancha, la madre de todos ellos en noviembre de 1067, el reparto anterior del Rey castellano Fernando dejó Castilla en manos de Sancho, Alfonso se quedó con León, García, tuvo el reino de Galicia y sus hijas Urraca y Elvira las ciudades de Zamora y Toro respectivamente.

Fue en ese momento cuando comenzaron los hermanos a lidiar por recuperar todas las partes del reino de su padre que estaban en manos de sus otros hermanos,

El Cid continuaba con Sancho II, y dirigió las tropas Castellanas en diversas lides, destacando en la batalla de Llantada, donde un Alfonso VI derrotado firmó una tregua de cuatro años. Este pacto dio pie a que Sancho y Alfonso lucharan contra García, quitándole Galicia, yendo el rey gallego a refugiarse a Sevilla, repartiéndose su reino entre Castilla y León. Fue poco después cuando Sancho y Alfonso combatirían de nuevo derrotando las huestes de Sancho y su lugar teniente, el Cid a Alfonso en Villarmentero de Campos, en tierras palentinas, llamándose la batalla de Golpejera, en la cual Alfonso es hecho prisionero. Urraca hermana de ambos intercede por Alfonso y lo trasladan al monasterio de Sahagún, donde es recluido y del cual escapa para refugiarse en Toledo. Con esta victoria Sancho unifica León y Castilla.

 Después de recuperar Toro que  estaba en manos de Elvira se dirige a Zamora para quitarle su ciudad a Urraca, su hermana. Si nos damos cuenta en este instante, tropas cristianas luchan o han luchado entre sí, mientras los que fueron reyes de Galicia y León se refugian en las Taifas musulmanas de Sevilla y Toledo. Hermanos cintra hermanos por reunificar un gran reino dividido, mientras Zaragoza pagaba tributos a Castilla, Toledo a León y Sevilla a Galicia.

Fue a los siete meses de estar realizando el sitio de Zamora cuando el Rey Sancho II es asesinado. El cantar cita a Vellido Dolfos como la persona que acabó con su vida. Después de esto el Cantar del Mío Cid nos lleva hasta el juramento de Santa Gadea donde el Cid exige a Alfonso que comprometa su palabra en que no ha tenido nada que ver con la muerte de su hermano. Hecho que mostraría de haber sido cierta la fidelidad de este personaje a Sancho, su lealtad, su nobleza, el no ponerse al servicio de un Rey “tramposo” que gana un reino de una forma tan vil, además de una valentía y un coraje atípicos.

Pero lo que si podemos es tratar de imaginar la realidad del sitio de Zamora, donde alguien cercano a la tienda del Rey y con acceso al campamento, mata al Rey Sancho II. Podemos imaginar a un joven, ya hombre, Rodrigo, desolado, sabiendo que su amigo, Sancho, que se habían criado casi desde niño juntos acababa de morir y que tenían que dar la corona de todo lo conquistado a Alfonso, el cual estaba desterrado en Toledo. Como segundo hijo de Fernando I y receptor legal de la corona, la curia regia decidió que era Alfonso el que tenía que ser coronado. Un Campeador que contaba con apenas 25 años, que era Señor feudal de numerosos tierras castellanas, portaestandarte real y jefe de las tropas. Abatido tiene que optar por otorgar la corona a Alfonso VI, y ponerse a su servicio, un rey, Alfonso que le conoce desde siempre y que ha sido derrotado en al menos por el en dos ocasiones en el campo de batalla. Un rey que le retira de ser el jefe de las tropas colocando en su lugar a un noble leones, García Ordoñez, una persona que sería desde entonces acicate para nuestro Cid. Alfonso le apartó pero le colmó de honores pues tenía que atraer hacia si a la nobleza castellana y Rodrigo era la llave. Por ello, Alfonso no puede perder a tan fiel caballero y para ganarse su cercanía, media en su casamiento con una destacada noble leonesa, Jimena Díaz, pariente del propio rey, hija del conde de Oviedo y que según algunos historiadores la sangre de Jimena contaba con otros dos reyes entre sus tatarabuelos: Ramiro III y Ordoño II. De este modo Rodrigo pasó 8 años en la corte de Alfonso realizando servicios jurídicos y sirviendo en alguna de las plazas de la frontera. De la carta de arras que data de 1074, el Campeador, acogiéndose al fuero de León da en dote la mitad de los bienes heredados de su padre, que eran 39 aldeas siendo los garantes los condes Pedro Ansurez y García Ordoñez. Confirman el documento todos los miembros de la curia regia y diversos familiares y amigos de ambas partes. Dotando a tal boda de mucha consideración. Por esta carta sabemos varias cosas, el Cid no era pobre, si cedió 39 aldeas, es porque tenía que poseer al menos el doble, siendo propietario de estas, es decir de la alta nobleza y este hecho le permitía casarse con una igual pues el Liber Judiciorum declaraba nulos los matrimonios concertados entre personas de distinta posición social.

Después de la boda la corte se trasladó a Asturias y participó del inventario de las reliquias del arca de la catedral de Oviedo  y se le instituyo como juez en diferentes arbitrios, manifestando la confianza que tenía en él, el monarca y su educación en las letras y en las leyes y los fueros de la época.

En el año 1076 muere asesinado el rey de Navarra y el rey de Aragón se reparte Navarra con Alfonso VI. Los nobles navarros solicitan que sea Alfonso el que se quede con el antiguo reino de Nájera y este casa a García Ordoñez conde de castilla y gobernador de la Rioja con una hermana del difunto rey de Navarra, Urraca Garcés.

 Rodrigo pudo considerar este hecho una afrenta a la memoria de su hermano y a su título de Campeador, incluso pensar que el gobierno de aquella zona le correspondía a el mismo, pues fue el con Sancho I el que se había anexionado gran parte de esta región por su combate singular.

Tres años más tarde es enviado a cobrar las parias al reino de Sevilla, al mismo tiempo que García Ordoñez cobraba las de Granada. Y ocurre un hecho dispar, el rey de Granada junto con el conde de Nájera ataca el reino de Sevilla, estando presente Rodrigo en dicho reino. Estando vinculado a defender a la taifa sevillana por las parias, vence a los granadinos en Cabra, Córdoba, cogiendo como prisioneros a García Ordoñez, a Lope Sánchez y a Sancho López, por los que pide un gran rescate. El Cid regresa a la corte con un gran botín además de los presentes del rey de Sevilla en agradecimiento, menospreciando al conde García Ordoñez, miembro de la curia regia. El Conde le acusa de quedarse con parte del dinero recaudado, cosa que no se demostró nunca y que le valió un sonoro bofetón al conde de manos del Cid.

Pero si lo miramos bien, ¿Qué hacen los caballeros del mismo reino, uno el alférez real y otro un ex alférez real, combatiendo con musulmanes entre sí, cuando cobraban tributos ambos para el mismo rey de dos taifas diferentes? Respuesta complicada donde las haya, porque el Cantar desde ese momento, halla en García Ordoñez un enemigo del Campeador que le desmitifica ante el Rey.

En el año 1081 el rey de Badajoz ataca Toledo, y Alfonso acude en auxilio del rey Al-Qádir de Toledo, al cual por el pago de las parias le debe su defensa. El de Badajoz al conocer que llegan los cristianos se retira, mientras  un grupo de musulmanes ataca un castillo de Gormaz y se retira a Guadalajara con un gran botín. Rodrigo con su mesnada sale en su persecución, llegando a cruzar la marca media, capturando a 7000 musulmanes y recuperando todo el botín. Por lo cual Al-Qádir se enoja y protesta, pues el Cid deambula por sus tierras a su antojo. Los nobles de Alfonso protestan, pues no han tenido batalla con el de Badajoz y no han conseguido botín alguno con el que pagar sus tropas mientras que Rodrigo consiguió un gran botín. 

La presencia de Alfonso en el reino de Toledo y las insinuaciones de Al-Qádir, junto con la maledicencia de la nobleza en contra del campeador hacen que el rey expulse a Rodrigo  de Castilla y León, y le encomiende la defensa de la Taifa de Zaragoza. Qué sentido tiene el destierro que nombran muchos cuando no es justo que Rodrigo que maneja las tierras de Gormaz en Señorío y defiende esta frontera sea desterrado por realizar sus funciones. ¿Cómo remedia Alfonso la situación y apacigua los ánimos de todos si no es enviando lejos a Rodrigo? ¿Por qué deshacerse del Campeador, cuando puede utilizarlo en otros lares? La muerte del Emir de Zaragoza y el reparto de la Taifa entre sus dos hijos, fue la oportunidad que aprovecho el rey castellano para mandar a Rodrigo a Zaragoza a proteger la Taifa.

Con este propósito, el Cid se encamina a Barcelona no para pedir servir al Conde, si no para recordarle que la Taifa de Zaragoza tributa parias solo a Castilla y que no tiene derecho a exigir parias a Zaragoza. Después de eso se alojara en Tudela por cinco años, prestando servicios de protección a la Taifa zaragozana en base a las órdenes de Alfonso, el cual tenía desplegados a diversos nobles en lugares estratégicos del reino para mantener su estabilidad, como por ejemplo a Alvar Fañez en Andalucía o el castellano Munio González, que gobierna El Úlver, en León; el asturiano Rodrigo Ovéquiz, Lugo; el gallego Ero Eriz, El Bierzo; el conde de Coímbra, Toledo. Que los nobles administrasen territorios muy alejados de los suyos propios fue una política habitual de Alfonso VI y de su Curia Regia.

Instalado en Tudela controla las fronteras con Navarra y Aragón, en el tiempo que está en la Taifa obliga al rey navarro a dirigir su atención hacia Cataluña, vence al emir de Lérida y a sus aliados franco-catalanes en la batalla de Almenar en 1082 y al aragonés en Morella en 1084, protege la Rioja para que Ramón El Fratricida, el que mató a su hermano no reclame el trono. Se convierte en el jefe de todos los ejércitos de la Taifa por encima de los hijos del Emir Al-Mutamán, además es el diplomático presente en las reuniones del Emir de la Taifa con otros ministros y personajes relevantes que piden audiencia, un Rodrigo de carácter afable que se gana la confianza del Emir de la Taifa y que recibe el título de “Sidi” entre la población musulmana, título que derivaría en el “Cid”. A su servicio, el Cid se emplearía con tremenda eficacia durante más de cinco años en los que derrotó por igual a musulmanes y a cristianos; a las taifas de Lérida, Tortosa y Denia, al condado de Barcelona o al reino de Aragón.

Nos encontramos en plena reconquista donde cada reino mira por sus propios intereses, luchando con otros reinos cristianos por ampliar sus tierras y su poder. En esta cultura de guerra ha nacido el Cid, bajo la autoridad de un rey que firma sus documentos con el título «Imperator Totius Hispaniae». Un Cid fiel a Alfonso VI que cumple con el primer alejamiento del reino y no destierro prestando un gran servicio a las huestes castellano leonesas. Una época en que el musulmán lleva 400 años en la península y que se ha encastado, una reconquista que se ve desde otra perspectiva  a como la vemos ahora, una perspectiva la actual que tiene su foco en las cruzadas y la lucha contra el Islam. Un tiempo en el que convivían las taifas con los reinos cristianos y estos las sometían al pago de parias y las protegían, creciendo en poder los reinos cristianos y debilitando las Taifas. Y es que los costes de tanta guerra civil entre hermanos o entre reinos cristianos había que pagarlas, y que mejor modo que el oro de las Taifas.

En el año 1085, Alfonso VI, ve que la Taifa de Toledo se ha debilitado lo suficiente como para poder conquistarla y mantenerla. La posición del Cid en Tudela y la fama de este que gana cada una de sus batallas, hace que nadie quiera enfrentarse realmente con él, manteniendo protegida la retaguardia del castellano-leones, hecho que es aprovechado por Alfonso para conquistar la Taifa de Toledo, muy debilitada por el pago de las parias y por las incursiones del rey de Badajoz. 

Alfonso consigue tomar Toledo, este hecho alarma a todas las Taifas musulmanas, que viendo su debilidad ante el envite del Rey castellano piden ayuda a los almorávides, cuyo Emir Yusuf ibn Tasufin que es el cabeza de un imperio en expansión que dominaba todo la zona occidental del Sáhara y el Magreb, cruza el estrecho unos meses más tarde,  ya en el año 1086 y derrotan a Alfonso VI en Sagrajas, una batalla donde el ejército castellano sufrió unas terribles bajas.

El resquebrajo del ejército castellano obliga al rey a llamar a Rodrigo el cual premia su fidelidad y su eficacia con siete castillos en la zona de Gormaz, con todas sus aldeas y tierras adyacentes. De nuevo una maniobra estratégica de Alfonso para procurarse la protección de las mesnadas del Cid ante el empuje Almorávide que viene desde Toledo. Le premia con la zona que señoreaba antes del alejamiento a Zaragoza, reconociendo sus servicios y supuestamente limpiando su nombre de ninguna tacha, al tiempo que le coloca en la posición de mayor riesgo, defendiendo el reino de la amenaza almorávide, cuando el ejército de Alfonso estaba muy maltrecho.

Por suerte para Castilla, Yusuf tuvo en ese momento que regresar a África para resolver un asunto interno: la muerte de su heredero. Dos años más tarde, en el 1088, el rey llama al Cid a Toledo y Alfonso encomienda al Cid la defensa del levante. No sin antes pactar con Rodrigo por escrito un documento en el cual le entregará el gobierno de todos los territorios musulmanes que sea capaz de conquistar en las taifas cercanas al Mediterráneo. Una sutileza real que más tarde ofrecería a su yerno Enrique de Borgoña, y lo mismo con los infanzones de Toledo, Salamanca, Segovia y Ávila. Sutileza que sería copiada por otros reyes durante toda la edad media con las órdenes militares del Temple y la del Hospital para ayudar en la reconquista y repoblar las fronteras o las que firmaran con los conquistadores de América como Colon, Pizarro o Hernán Cortes.

De nuevo El rey Alfonso, moviliza su mejor arma a una zona en la que de conquistar tierras el Cid y tener que defenderlas, frenará la expansión de los condados catalanes hacia el sur, y mantendrá controlada la Taifa de Zaragoza y Lérida, al mismo tiempo que a los aragoneses. Por otro lado será un freno para el avance almorávide por el levante. El Cid tiene éxito en su labor. En poco tiempo hace tributarios suyos los territorios que van de Albarracín a Tortosa. Esto hace que vuelva a enfrentarse nuevamente a Berenguer Ramón. Teniendo lugar una batalla en donde el conde y numerosos nobles son capturados solicitando rescate por ellos, obtenido el cual y viendo que la soldadesca no puede pagar su rescate, los deja marchar en balde, esta generosidad, aumentará su popularidad en los condados catalanes. En la taifa organiza un sistema de pago de tributos que le da para mantener a un poderoso ejército, cuyo núcleo principal son los suyos de siempre, las parias que recauda son elevadísimas.

Sería en 1089, el año de la segunda incursión almorávide en la península, una incursión que pilla a Alfonso sitiando Zaragoza, sitio que ha de dejar para acudir a Zalaca, a impedir el avance africano y lugar donde es derrotado de nuevo por las huestes almorávides. Un poco después una alianza de las taifas de Sevilla, Granada, Málaga, Almería y el emir Yusuf favorece el cerco de Aledo, fortaleza murciana y Alfonso realiza un llamamiento y convoca la hueste regia para acudir en auxilio de la fortaleza cristiana que está sitiada.

Rodrigo recibe la orden de unir su mesnada a la hueste regia en Villena, por lo que moviliza sus tropas y planta su campamento en Villena a espera del rey. Viendo que pasa el tiempo y que el ejército cristiano no llega, se desplaza a Onteniente por si ha cambiado de ruta, lugar en el que sus ojeadores le informan de que acaba de pasar por Hellín. Rodrigo se pone en marcha siguiendo los pasos del ejército real. Pero cuando llega a Aledo es demasiado tarde. Los musulmanes, a la vista de las tropas cristianas, han levantado a toda prisa el cerco.

Alfonso VI monta en cólera porque El Cid no ha comparecido a tiempo. El castigo, según «El Liber Judicorum» es la confiscación de los bienes y el destierro. Cosa que hace el rey, a su regreso a Castilla, incautando las posesiones del Cid y encarcelando a doña Jimena y a sus hijos.

Rodrigo envía cuatro cartas de exculpación, en las que jura que jamás ha tenido la intención de desobedecer al rey y propone un duelo judicial para dilucidar la verdad. El duelo no llega a realizarse. Alfonso VI libera a los familiares del Cid y los envía a Valencia. Mientras el Cid espera por saber si el castigo del destierro se ejecutará, y esperando que las cartas exculpatorias sean suficientes para calmar al monarca, doña Constanza de Borgoña invitan al Cid a sumarse al ejército del rey que se dirige a Granada. Difícil posición para el Cid donde políticamente la mujer del monarca solicita sus servicios y el monarca no mueve ficha. Rodrigo se une al ejército real y aun siendo bien recibido, el rey unos días después discute con él, el Cid Calla para no caer en delito de “lesa majestad” y regresa a su tienda. Siendo informado que el monarca quiere apresarlo levanta el campamento y se retira a Peñacatel.

Como vemos Rodrigo sigue siendo fiel a su rey y señor, no siendo magnánimo el rey en base a los servicios prestados por el campeador, ¿sería que otros nobles le verían como una amenaza para sus intereses y pusieron al rey en su contra, calentándole los ánimos de camino a Aledo? ¿O también de camino a Granada?

Lo cierto es que Alfonso lo acuso de traición y lo desterró, confiscándole todas sus propiedades en Castilla. Solo le queda en propiedad las nuevas conquistas del levante a las cuales Alfonso aún no ha llegado. En su regreso a Levante, el Cid ocupa las plazas más estratégicas para poder mantener una posición defensiva en la zona, e impone el pago de parias a todas las taifas que pagaban a Castilla, para su sustento. En poco tiempo derrota a los cristianos del condado de Barcelona, y consolida un territorio, un protectorado del que recaudar tributos que va desde Tortosa a Orihuela, incluyendo a Denia, Jérica, Almenara y Valencia, donde ejerce un auténtico protectorado sobre Al-Qádir, manteniendo a un nutrido y poderoso ejército.

Alfonso VI ahora no sabe cómo valorar la posición de fidelidad de su vasallo Rodrigo, el irse del camino a Granada, el estar recaudando tributos y manteniendo un ejército le hace pensar a Alfonso que no se puede fiar de Rodrigo. De hecho no sabe si las tierras que conquista el Cid pertenecen al erario de la corona o no y por esto o por lo que la nobleza o la curia regia urdiera contra el burgalés, hizo que Alfonso reclamara al protectorado de Rodrigo el pago por adelantado de cinco años de impuestos, buscando que el impago justificara su incursión en el levante del Cid. Sabiendo que según las leyes del siglo XI, los gobernadores de los distintos territorios debían entregar al erario la mitad de los impuestos recaudados, el pago reafirmaría que el protectorado del Cid estaba dentro del reino de Alfonso VI.

El monarca castellano se alía con Sancho Ramírez de Aragón y con el conde Barcelona, el cual, a su vez, ha contratado a las flotas de Pisa y Génova, y todos juntos marchan contra el protectorado del Cid.

Pero la operación es un fracaso. Los pisanos y genoveses no se presentan a tiempo y los catalanes no pueden tomar Tortosa. Los moros del protectorado de Rodrigo se niegan a pagar. Y Alfonso VI vuelve a casa con las manos vacías.

El Cid, que estaba en la taifa de Zaragoza, reúne un ejército de musulmanes y, al frente de ellos, entra en La Rioja, incendia, arrasa y toma Albite, Logroño y Alfaro: los territorios que gobierna su archienemigo García Ordóñez, que no reacciona sino para pedir un intervalo de siete días, con objeto de convocar a amigos y parientes, antes de presentar batalla. ¿Qué le mueve al Cid a resolver la afrenta de su rey cargando contra las tierras de García Ordoñez? ¿Sería este conde el que se interpuso entre la lealtad de Rodrigo por Alfonso despotricando de el ante el rey?

Reunidos ambos ejércitos, se dispersan sin combatir, desde ese momento el Cid, rompe lazos con Castilla, deja de ofrecer sus servicios a nadie y se dedica a crear un espacio propio en el que vivir. Se encuentra con la lección de Graus, no tiene amigos, a los cristianos los conoce y cada cual mira por su reino, sus tierras, sus gentes, a las taifas las conoce y ve como los almorávides se las anexionan una a una. Sin tierras en Castilla que tener en propiedad solo le queda formar un principado en el reino de Valencia.

Alfonso VI por el levante recibe noticias de La Rioja, y claudica, retira su destierro y le ofrece la posibilidad de regresar a Castilla. Alfonso lo tenía claro, con Rodrigo y sus tropas en la Rioja, tenían a su mano toda Castilla, el mensaje de Rodrigo había sido claro y contundente, tú atacas lo mío, yo ataco lo tuyo. Alfonso lo entendió rápido, tenía a un hombre sin patria con un numeroso ejército que podía deambular por todo su reino y desbastarlo, pero también debió comprender que no atacó unas tierras al azar, sino el señorío de García Ordoñez. Le ofreció lo que antes le quitó, pero Rodrigo lo rechaza, y se convierte en un señor independiente respetado por Alfonso.

Al regresar Rodrigo a tierras levantinas, se entera de que Al-Qádir ha sido asesinado por su primer ministro. Rodrigo estudia la situación rápidamente, entiende de estrategia, un Alfonso VI de regreso a Castilla con el que mantiene una tregua amistosa, los Condes de Barcelona escarmentados y Aragón en silencio. Al mismo tiempo es aliado de la Taifa de Zaragoza, todo ello implica que su frontera norte no corre peligro, en el levante se encuentra que una parte de su territorio es vulnerable si cae la ciudad de Valencia en manos almorávides, ciudad protegida del Rey de Castilla al que este condena al no ir en su defensa. En la ciudad los Almorávides han asesinado al rey musulmán aliado del castellano, por lo que el protectorado de Castilla desaparece y la ciudad es para el que la consiga. El movimiento está claro, si toma Valencia consolida un territorio que legar a sus sucesores. En el año 1092 inicia el sitio de Valencia, y es que Rodrigo tenía que tomar la plaza o dejaba su flanco al descubierto. El 15 de junio de 1094, después de un durísimo asedio, Valencia se rindió y Rodrigo entró en la ciudad autoproclamándose soberano absoluto y único. Lo primero que hace es una pesquisa para aclarar la muerte de Al-Qádir, su protegido. Se descubre y se prueba la trama del ex gobernador. El Cid pregunta al cadí de la ciudad cuál es la pena que impone el derecho malikí en caso de que un musulmán mate a otro. El cadí le contesta: «Que sea apedreado». El Cid da orden de que el primer ministro es ajusticiado de esta forma.

Una semana después de la caída de Valencia, Rodrigo se apresto a combatir a un ejército almorávide que llegaba en auxilio de la ciudad, derrotándolo en Quart con una maniobra envolvente frente a un enemigo muy superior, acabando con los nueve años de dominio militar almorávide en la península. Tres años más tarde, en 1097, los venció en Bairén (Gandía).

Una vez en el poder expulso a todos los partidarios de los almorávides de la ciudad de Valencia, y los sustituyo por mozárabes. Se dice que tuvo que realizar ejecuciones, torturas, saqueos, destierros, por lo que estabilizó la ciudad y el levante, pudiéndolo gobernar, sin traiciones y sin temor a revueltas. Se declara príncipe de Valencia y establece la legalidad del Corán y de la ley musulmana. De este modo se convierte en el soberano cristiano de un principado musulmán.

En los textos árabes de la época podéis encontrar los calificativos que adquirió el Cid por su toma de Valencia el Sidi, es conocido por “la’in» que significa “maldito”, también se le nombra como «kalb ala’du»  que viene a ser “perro enemigo” y como «tagiya» cuyo significado es “tirano.

En 1097 Alfonso solicita ayuda al Cid pues los Almorávides se dirigen a Toledo. Y aquí yo pregunto, ¿Por qué enviar ayuda a un rey que no ha hecho nada por él? ¿Qué tipo de persona es Rodrigo? ¿Cuáles son sus ideales? ¿Por qué la épica caballeresca crea de este personaje un mito, una leyenda que muchos tratan de desmentir tildándolo de mercenario?

Rodrigo envía a su hijo Diego Rodríguez y a muchos de sus mejores hombres. Es en la retirada de la batalla de Consuegra, cuando un repliegue demasiado rápido de García Ordoñez permite que los almorávides cerquen al hijo del Cid en el ala derecha, dándole muerte. Un García Ordoñez al que venció en Sevilla, y en la Rioja, y que fue el alférez real de Alfonso VI, después de morir Sancho II El Fuerte, íntimo amigo del Cid. Un García Ordoñez que no espero en la retirada al hijo del Cid y que le dejó a su suerte.

Rodrigo Díaz continuó como soberano de Valencia dos años más, en los cuales conquistó Sagunto y Almenara. Murió el 10 de julio de 1099. A su muerte fue su esposa Jimena la que heredó el principado, manteniéndolo hasta 1002, año en el que los africanos amenazaban de nuevo Valencia. Jimena solicitó ayuda a Alfonso VI, el rey viajó a Valencia y decidieron abandonar la fortaleza ante su difícil defensa, dejaron la ciudad atrás incendiándola y portaron el cadáver del Cid para enterrarlo en San Pedro de Cardeña.

De estos momentos puede que sea el mito posterior en el que cuentan que ganó una batalla incluso muerto. El caso es que el Cantar del Mío Cid ensalzó a este personaje que trascendió nuestras fronteras y que durante años fue el retrato al que contemplaban las generaciones españolas.

Las dos hijas del Campeador, que no se llamaban como las denomina el Cantar, Elvira y Sol, se casaron con importantes nobles cristianos: Cristina Rodríguez, con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona; y María Rodríguez, con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III.

El hijo de Cristina y nieto del Cid acaba siendo rey de Navarra: García Ramírez. Años después encontramos que Sancho VII El Fuerte, rey de Navarra y Alfonso VIII rey de Castilla llevan sangre del Cid, siendo sus tataranietos. Los reyes católicos también llevaban sangre de Rodrigo. Y desde entonces los Austrias y los Borbones tienen parte de sus genes, además de la mayoría de las casas reales europeas.

Sea como fuere la aportación de la leyenda épica de este personaje a la identidad hispana fue su mayor conquista. El vestido que hizo el Cantar del Mío Cid de su vida, aunque no muy lejos de la realidad, lo engalanó, elevando sus virtudes naturales y tamizando las partes de la historia que dejaban su identidad expuesta a la vulnerabilidad de cualquier refutación posterior. Engalanando sus destierros para encumbrar su carácter y manteniendo en el corazón de todos los que lo hemos leído el recuerdo de esa famosa frase, “Que buen vasallo si tuviera bien señor”

El caso es que los hechos no nos dejan claro que Alfonso VI fuese un mal señor, o si la curia y la nobleza alejo al Cid de la cercanía del rey por envidias o recelos, el caso es que Alfonso aun perdiendo batallas en campo abierto, consolido su reino, con estrategias acertadas, pudiendo mantener sus posesiones.

Ruy Díaz, un cristiano que sobrevivió entre musulmanes y cristianos, conquistando Valencia, la cual después de su pérdida se tardó siglo y medio en ser recuperada. Una época llena de guerras intestinales, fratricidios y luchas de poder donde el mejor amigo de uno era uno mismo, y donde el regente de Castilla le dejó sin casa propia, teniendo que buscar el, el poder dar una herencia a sus herederos. Un hombre, un magnifico estratega que coloco a su familia por encima de los intereses de Alfonso VI de Castilla. Un Señor feudal y un “cruzado” de la época que puso en labios de juglares, trovadores y escritores sus hazañas para crear un Cantar de gesta que sería una de las primeras obras cumbre de la literatura española.

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